Aquella noche, los sueños sobre Tula no me permitían dormir en paz. Una y
otra vez luché contra los demonios, hasta que por fin, sus terrores se convirtieron en
los míos. Los recuerdos de mi propia tortura y mi violación a manos de Reyad me
obsesionaron hasta tal punto que me desperté gritando. El corazón se me iba a salir
del pecho. Estaba empapada en sudor.
Me levanté y me lavé la cara, pensando en que tenía que haber un modo de
ayudar a Tula. Completamente despierta, me vestí y fui a la enfermería. Allí, me
senté en la silla de Hayes y le tomé la mano a Tula. Cuando la muchacha volviera,
tendría que enfrentarse con todos y cada uno de sus demonios, y yo tenía intención
de ayudarla a que los desterrara.
Irys me despertó al día siguiente.
—¿Has estado aquí toda la noche? —me preguntó.
—Sólo la mitad —dije yo, frotándome los ojos—. No podía dormir.
—Te entiendo perfectamente —dijo Irys, mientras arreglaba las sábanas de la
cama de Tula—. De hecho, yo tampoco puedo estar aquí sin hacer nada. Voy a ir yo
misma a buscar a la hermana de Tula. Bain Bloodgood, el Segundo Mago, ha
aceptado darte clase mientras yo estoy ausente. Te dará libros para leer y te
preguntará sobre ellos, así que debes hacer todos los deberes que te imponga.
Cuando llegó Hayes a cambiar los vendajes de Tula, Irys y yo salimos de la
habitación.
—Me marcho esta misma mañana. Antes, quiero presentarte a Bain.
Irys me llevó hasta una sala de reuniones y allí nos encontramos con cuatro
personas que estaban observando un mapa extendido sobre la mesa de la habitación.
Había más mapas y esquemas colgados por las paredes.
De los cuatro, yo reconocí a Roze Featherstone y a Leif, y sentí enemistad por
parte de ambos.
Irys me presentó al hombre que había en la sala. Tenía el pelo blanco y rizado.
—Bain, te presento a Yelena, tu estudiante durante la próxima semana.
—¿La muchacha a la que rescataste del norte? Extraña misión.
Roze me atravesó con una mirada de desconfianza. Irys se interpuso entre las
dos, rompiendo nuestro contacto visual.
—Y ésta es Zitora Cowan, la Tercera Maga —me dijo Irys, señalando a una
mujer joven.
Zitora tenía unas largas trenzas que le llegaban hasta la cintura y los ojos
amarillo pálido. En vez de estrecharme la mano, me abrazó.
—Bienvenida, Yelena —me dijo—. Irys nos ha dicho que quizá puedas ayudar a
atrapar al atacante de Tula.
—Lo intentaré.
—Tula es de mi clan, así que te agradeceré mucho cualquier cosa que puedas
hacer para ayudarla —añadió Zitora, con los ojos llenos de lágrimas. Después, se
volvió.
—Como podrás ver —dijo Bain, señalando el contenido de la habitación—,
estamos intentando deducir cuál es el método y la intención de este asesino. Es un
tipo muy astuto. Por desgracia, eso es todo lo que sabemos. Quizá una mirada fresca
pueda ver cosas que a nosotros se nos escapan —añadió, y me indicó el mapa.
—Ella no debería estar aquí —intervino Leif—. No sabe nada de todo esto.
Sin hacerle caso, yo miré el mapa. Las tierras de Sitia estaban divididas en once
territorios, uno para cada clan. La situación de las ciudades y los pueblos estaba
marcada, así como los lugares donde habían sido halladas las demás muchachas. En
algunas poblaciones había dos víctimas, y en otras, ninguna. Yo no vi ningún patrón.
—Las víctimas tienen algunas características comunes —dijo Bain—. Son
mujeres solteras de quince o dieciséis años. Todas estuvieron desaparecidas durante
doce o catorce días. Todas fueron secuestradas durante la noche. A algunas se las
llevaron de sus propios dormitorios, que compartían con hermanas. Y no hay
testigos. Nadie.
—Hemos pensado en que podría ser un mago deshonesto —dijo Irys—. Y
aunque hemos confirmado todas las coartadas de los magos que se han licenciado en
nuestra escuela, no podemos interrogar a aquellos que tienen poder de un solo truco.
—¿Qué significa eso? —pregunté yo.
—Hay algunas personas que sólo tienen magia suficiente para hacer algo como
encender una vela, pero no pueden usar el poder para ninguna otra cosa —me
explicó Irys—. Los magos de un solo truco no vienen a la Fortaleza, pero
normalmente utilizan sus poderes de un modo beneficioso. Sin embargo, hay
algunos que se valen de su habilidad para cometer delitos, la mayor parte sin
importancia. Quizá este asesino se valga del único truco de volverse invisible, o de
caminar sin hacer un solo ruido. Tiene que tener algún poder que le dé ventaja a la
hora de secuestrar a una chica. Aunque sólo por el momento —terminó, con una
expresión dura en el rostro.
Yo volví a mirar al mapa.
—¿Habéis marcado en el mapa la situación donde fue hallada Tula? —
pregunté.
—No, aún no —respondió Irys.
Tomó una pluma, la mojó en tinta roja y dibujó un punto en el mapa. Yo lo
observé con atención mientras se secaba la tinta. La ciudad de Tula estaba en el límite
oeste de la Meseta Avibian. Cuando vi todos los puntos rojos a un tiempo, debí de
emitir inconscientemente un sonido, porque Zitora me agarró del brazo.
—¿Qué ocurre?
—Veo un patrón —respondí yo, señalando el mapa—. Todas las marcas están
cerca de los límites de la Meseta Avibian.
—Una mirada fresca —dijo Bain, asintiendo.
—Es evidente, ahora que el mapa ha sido puesto al día —dijo Roze, en un tono
de irritación que le agudizaba la voz.
—¿Alguien ha ido a buscar pistas a la llanura cuando las chicas desaparecían?
—pregunté.
—Nadie va a la Meseta Avibian —me dijo Zitora—. El clan de los Sandseed no
gusta de los visitantes, y su extraña magia puede confundir la mente. Es mejor
esquivarlos.
—Sólo los Zaltana son bien recibidos por los Sandseed —intervino Roze—.
Quizá Leif y Yelena deberían visitarlos y averiguar si hay algo extraño.
—No hay necesidad de apresurarse —dijo Bain—. Es mejor esperar hasta que
Irys vuelva con la hermana de Tula. Si Tula despierta e identifica a su asaltante,
tendríamos ventaja.
—¿Y si mientras desaparece alguna otra chica? —preguntó Leif.
—Entonces, bien recibidos o no, enviaremos investigadores armados a la
llanura —respondió Bain.
—Pero quizá sea tarde —apunté yo.
—Tenemos algún tiempo —dijo Zitora—. Ése es otro detalle que hemos
descubierto: el asesino se queda con las víctimas durante dos semanas, y después
espera cuatro semanas para secuestrar otra muchacha.
La idea de que hubiera otra víctima me llenó de miedo, y me hizo pensar en
otra horrible posibilidad.
—¿Y si viene a la Fortaleza a terminar lo que ha empezado? ¡Puede que Tula
esté en peligro!
—Que venga —dijo Roze con un tono helado—. Yo me encargaré de él.
—De todos modos, debemos apostar guardias en la habitación de Tula —señaló
Bain.
Roze asintió.
—Le diré a Cahil que asigne la guardia a algunos de sus hombres.
—Hazlo enseguida, Roze —dijo Bain—. No tenemos un momento que perder. Y
ahora ven, Yelena. Tenemos que trabajar.
Yo me despedí de las Magas, especialmente de Irys, a la que no vería en los
próximos días, y seguí a Bain.
—Buenas observaciones, jovencita. Ya entiendo por qué Irys decidió no matarte,
pese a que tu poder estuviera descontrolado.
—¿Alguna vez Irys ha elegido matar?
—Algunas veces es irremediable. Siempre es una decisión desagradable, pero
Irys está bien adaptada para ese papel. Tiene la habilidad única de parar un corazón
sin causar miedo ni dolor. Roze también tiene esa habilidad, pero es mucho más
severa. Hace un buen trabajo con los criminales, y Leif la ayuda en las
investigaciones. Mientras él estaba estudiando en la Fortaleza, los Maestros
determinamos que ése sería el mejor modo de aprovechar su poder poco corriente.
Zitora, por otra parte, moriría antes que hacer daño a otro. Nunca he conocido un
alma más pura.
Bain se detuvo y abrió una puerta. Después me cedió el paso hacia su despacho.
Entré y al instante percibí un estallido de colores, un lío de aparatos y cientos de
estanterías repletas de libros.
—¿Y cuál es tu lugar en este grupo de magos? —le pregunté yo.
—Enseño. Guío. Escucho —dijo él—. Respondo preguntas. Dejo que los magos
jóvenes vayan a cumplir misiones. Cuento historias sobre mi azaroso pasado. Bien,
ahora, quiero que tomes estos libros —dijo—, para empezar nuestras clases.
Entonces, me tendió una pila de libros que había tomado de una de las
estanterías. Yo conté siete volúmenes; al menos, eran libros finos.
—Mañana es día de mercado. Irys me ha dicho que te concedió el día de
mercado de cada semana libre para que pudieras explorar la ciudad. Por lo tanto,
también podrás dedicar unas horas al estudio. Lee los tres primeros capítulos de
cada libro. Pasado mañana hablaremos de ellos. Ven a mi torre después del
desayuno.
Después, Bain rodeó su mesa y sacó una bolsa de cuero que había bajo un
enorme tomo.
—Esto es tuyo. Irys me lo dio.
La bolsa tintineó cuando la abrí. Irys me había cambiado el dinero de Ixia por
dinero sitiano.
—¿Cómo puedo encontrar el mercado?
Bain me entregó un mapa de la ciudad. Después nos despedimos y yo me dirigí
a mi habitación. Allí, leí los títulos de los libros que me había dado: La fuente de la
Magia, Mutaciones mágicas, La historia de la Magia sitiana, Magos Maestros de todos los
tiempos, Malos usos de la Fuente del Poder, El Código Ético del Mago y, finalmente,
Biografía de Windri Bak Greentree.
Los títulos me parecieron fascinantes, así que comencé la lectura en cuanto me
senté en mi escritorio. La tarde pasó volando, y sólo el incesante rugir de mi
estómago me obligó a parar para ir en busca de comida.
Después de la cena fui a los establos. Topaz y Kiki tenían las cabezas juntas
sobre las puertas de sus compartimientos cuando llegué. Le di una manzana a cada
uno, y después, ensillé y embridé a Kiki y salí a cabalgar por el cercado,
sorprendiéndome de lo mucho que había aprendido.
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