Un jadeo de asombro colectivo resonó por
toda la estancia. La indignación y el
horror se extendieron por la multitud de
Zaltana presentes en la sala. Yo me escondí
tras Irys, con la esperanza de poder
repeler la energía negativa que emanaba de
tantos ojos.
—Leif, siempre tiendes al dramatismo —lo
reprendió Irys—. Yelena ha tenido
una vida muy dura. No juzgues lo que no
sabes.
Leif alzó la cabeza ante la mirada de Irys.
—Yo también apesto a sangre. ¿No es así? —le
preguntó ella.
—Pero tú eres la Cuarta Maga —replicó Leif.
—Así que sabes lo que he hecho y por qué.
Te sugiero que averigües todo lo
que ha tenido que vivir tu hermana en Ixia
antes de acusarla.
Él apretó los dientes. Los músculos del
cuello se le tensaron mientras se tragaba
lo que debía de ser una respuesta.
Yo me arriesgué a echar otra mirada por la
habitación, y me di cuenta de que
me miraban con preocupación e incluso con
timidez.
Las mujeres Zaltana llevaban vestidos sin
mangas, o faldas y blusas de manga
corta, con dibujos de flores de colores;
los bajos les llegaban por las rodillas. Los
hombres del clan llevaban túnicas de
colores claros y pantalones lisos. Todos los
Zaltana iban descalzos, y la mayoría tenían
complexión delgada y rostros
bronceados.
Entonces, las palabras de Irys cobraron
todo su significado. Yo la tomé por el
brazo. «¿Hermano? ¿Tengo un hermano?».
«Sí. Un hermano. Tu único hermano. Lo
sabrías si no hubieras cambiado de
tema cada vez que yo intentaba hablarte de
los Zaltana».
Estupendo. Mi suerte mejoraba cada vez más.
Y yo que había pensado que mis
problemas habían terminado cuando salí del
territorio de Ixia. ¿Por qué me
sorprendía todo aquello? Mientras que todos
los demás habitantes de Sitia vivían en
pueblos construidos sobre el suelo, mi
familia residía en los árboles. Yo estudié a Leif
atentamente, buscando el parecido familiar.
Tenía un cuerpo musculoso y los rasgos
de la cara marcados. Sólo su pelo negro y
sus ojos verdes eran iguales que los míos.
Durante los embarazosos momentos que
siguieron, deseé ser invisible, y me dije que
debía preguntarle a Irys si existía un
encantamiento para eso.
Una mujer mayor, de mi altura, se acercó a
mí. Mientras se acercaba, le lanzó a
Leif una mirada poderosa, y él bajó la
cabeza. Sin previo aviso, me abrazó. Yo me
encogí durante unos segundos, insegura. Su
pelo olía a lilas.
—He querido hacer esto durante catorce años
—dijo, abrazándome con más
fuerza aún—. Cómo he echado de menos a mi
pequeña.
Aquellas palabras me transportaron hacia
atrás en el tiempo, me devolvieron al
momento en que tenía seis años. Yo abracé a
la mujer y grité. Catorce años sin una
madre me habían hecho pensar que tendría un
comportamiento estoico cuando la
encontrara por fin. Durante el viaje al
sur, me había imaginado que yo sentiría
curiosidad, pero ninguna emoción. Sin
embargo, fue evidente que no estaba
preparada para experimentar todos los
sentimientos que se adueñaron de mí. Me
abracé a ella como si quisiera salvarme de
un ahogamiento.
A distancia, oí hablar a Bavol Cacao.
—Que todo el mundo vuelva al trabajo. La
Cuarta Maga es nuestra huésped.
Tenemos que celebrar una fiesta en su honor
esta noche. Petal, prepara la habitación
de invitados. Necesitaremos cinco camas.
La habitación se había quedado
prácticamente vacía cuando aquella mujer, mi
madre, me liberó de sus brazos. Aún me
resultaba difícil asociar su rostro ovalado
con el apelativo de «madre». Después de
todo, quizá no lo fuera. Y si lo era, ¿tenía yo
derecho a llamarla así después de tantos
años de separación?
—Tu padre se pondrá muy contento… —dijo
ella.
Tenía los ojos, muy verdes, llenos de
lágrimas.
—¿Y cómo lo sabes? —le pregunté—. Quizá yo
no sea…
—Tu alma llena perfectamente el vacío que
hay en mi alma. No tengo duda de
que eres mía. Espero que me llames madre,
pero si no puedes, llámame Perl.
Yo me sequé la cara con el pañuelo que me
tendió Irys. Miré alrededor,
buscando a mi padre. Otra palabra que
amenazaba con aplastar la poca dignidad que
me quedaba.
—Tu padre está fuera, recogiendo muestras —dijo
Perl, como si me estuviera
leyendo la mente—. Volverá en cuanto lo
sepa —añadió. Después volvió la cabeza y
se dirigió a su hijo—. Ya has conocido a tu
hermano. No te quedes ahí, Leif. Ven a
saludar a tu hermana.
—No puedo soportar su olor —dijo él. Se dio
la vuelta y se marchó.
—No te preocupes por Leif —dijo mi madre—.
Está muy sensible. Le costó
mucho aceptar tu desaparición. Fue
bendecido con una fuerte magia, pero su magia
es… única. Siente lo que ha estado haciendo
una persona, y dónde. No las cosas
específicas, pero sí las generales. El
Consejo lo llama para que los ayude a resolver
crímenes y disputas, y para determinar si
una persona es culpable o no. ¿Y tú,
Yelena? También siento la magia en ti —dijo,
sonriendo brevemente—. Mi propia y
limitada habilidad. ¿Cuál es tu talento?
Yo miré a Irys en busca de ayuda.
—Su magia le fue arrebatada por la fuerza,
y al recuperarla no pudo controlarla
hasta recientemente. Aún tenemos que
descubrir cuál es su especialidad.
—¿Arrebatada por la fuerza? —preguntó mi
madre, que había palidecido al
oírlo.
Yo le acaricié la manga del vestido.
—No pasa nada.
Perl se mordió el labio.
—¿Sigue descontrolándose?
—No. Me he hecho cargo de ella. Ha
conseguido mucho control. Sin embargo,
debe venir conmigo a la Fortaleza del Mago
para que yo pueda enseñarle más.
Mi madre me tomó con fuerza por los brazos.
—Debes contarme todo lo que te ha ocurrido
desde que te separaron de
nosotros.
—Yo… —el nudo que tenía en la garganta se
apretó.
Bavol Cacao se acercó a rescatarme.
—Los Zaltana estamos orgullosos de que
hayas elegido a una de los nuestros
como pupila, Cuarta Maga. Por favor,
permíteme acompañaros, a ti y a tu grupo, a
vuestras habitaciones, para que podáis
descansar antes de la fiesta.
Me sentí aliviada, aunque la expresión
decidida de mi madre me advirtió que
no había terminado aún. Sin embargo, me
soltó cuando Irys y las tres chicas
siguieron a Bavol Cacao hacia los
aposentos.
—Perl, tendrás mucho tiempo para estar con
tu hija —le dijo el Consejero—.
Ahora ha vuelto a casa.
—Te veré esta noche —me dijo mi madre—. Le
pediré a tu prima, Nutty, que te
preste ropa para ir a la fiesta.
Yo sonreía mientras caminaba hacia las
habitaciones de invitados. Con todo lo
que había pasado aquel día, mi madre aún se
las había arreglado para estar
pendiente de la ropa que llevaba.
Aquella noche se celebró una cena tranquila
que pronto se convirtió en una
fiesta, pese al hecho de que yo quizá
hubiera ofendido a mis anfitriones probando los
múltiples platos de comida y fruta que me
ofrecieron antes de comer. Es difícil
librarse de las viejas costumbres.
Después de la comida, varios Zaltana
sacaron instrumentos musicales de
bambú y cáñamo, y cuando empezaron a tocar,
los demás comenzaron a bailar. Mi
madre estaba sentada junto a mí. Leif no
había asistido a la fiesta. Yo me había
puesto el vestido amarillo y morado que me
había prestado Nutty. La única razón
por la que llevaba aquella cosa era para
agradar a Perl.
Di las gracias al destino por que Ari y
Janeo, mis amigos soldados de Ixia, no
estuvieran allí. Ellos estarían muertos de
risa al verme así vestida. Pero, oh, cómo los
echaba de menos. Cambié de opinión,
deseando que sí estuvieran allí. Merecería la
pena pasar vergüenza por mi atuendo con tal
de ver el brillo de los ojos de Janeo.
—Tenemos que marchamos en unos cuantos días
—le dijo Irys a Bavol por
encima de las voces y la música. Su
comentario provocó un poco de tristeza en los
que nos rodeaban.
—¿Y por qué debéis partir tan pronto? —preguntó
mi madre, consternada.
—Tengo que llevar a las otras chicas a
casa, y llevo demasiado tiempo lejos de
Citadel y de la Fortaleza.
La tristeza y el cansancio de la voz de
Irys me recordó que ella llevaba un año
sin ver a su familia. Esconderse y espiar
en el territorio de Ixia la había dejado
agotada.
En nuestra mesa reinó el silencio durante
unos momentos. Después, mi madre
se animó.
—Puedes dejar a Yelena aquí mientras llevas
a las otras muchachas a su casa.
—Se apartaría mucho de su camino si tuviera
que volver por Yelena —apuntó
Bavol Cacao.
Mi madre puso cara de pocos amigos. Yo casi
veía sus pensamientos sucederse
vertiginosamente por detrás de sus ojos.
—¡Aja! Leif puede llevar a Yelena a
Citadel. Tiene que reunirse con la Primera
Maga dentro de dos semanas.
Yo sentí un caos de emociones en el pecho.
Quería quedarme, pero temía
separarme de Irys. Ellos eran mi familia,
pero también eran extraños. Yo no podía
evitar sentir cautela; era algo que había
aprendido en Ixia. Y viajar con Leif me
parecía tan desagradable como beber vino
envenenado.
Antes de que nadie pudiera mostrar su
acuerdo o su desacuerdo, mi madre
sentenció:
—Sí. Eso valdrá.
Así terminó toda discusión sobre el asunto.
A la mañana siguiente, yo tuve un pequeño
ataque de pánico cuando Irys
terminó de preparar su bolsa.
—No me dejes aquí sola —le supliqué.
—No estás sola. Tienes treinta y cinco
primos y un montón de tíos y tías —dijo
ella, riéndose—. Además de tus padres y tu
hermano. Tienes que pasar tiempo con tu
familia. Tienes que aprender a confiar en
ellos. Nos encontraremos en la Fortaleza del
Mago. Está dentro de las murallas de
Citadel. Mientras, continúa practicando el
control.
—Sí, señora.
May me dio un abrazo muy fuerte.
—Tu familia es muy divertida. Espero que la
mía también viva en los árboles —
me dijo.
Yo le acaricié las trenzas.
—Intentaré visitarte alguna vez.
—Quizá May acuda a la escuela de Citadel
este invierno, si puede acceder a la
fuente de poder.
—¡Eso sería fantástico! —exclamó May,
encantada.
Las gemelas también me abrazaron.
—Buena suerte —me dijo Gracena con una
sonrisa—. Vas a necesitarla.
Yo las seguí hasta el suelo, bajando por la
escalera de cuerda, para despedirme.
Estuve observando a Irys y a las chicas
mientras se abrían paso por la selva hasta que
desaparecieron de mi campo de visión. En su
ausencia, sentí frío por la brisa fresca
que corría por allí.
Finalmente, subí de nuevo a las copas de
los árboles, de vuelta al cálido y seco
ambiente de la cubierta de vegetación. Y,
caminando por el laberinto de habitaciones,
no tardé demasiado en perderme.
Muchas caras que no reconocía me saludaban
con un asentimiento o me
sonreían. Otras fruncían el ceño al verme.
Yo no tenía ni idea de cuál era mi
habitación, y no quería preguntarlo. La
idea de contarle a mi madre la historia de mi
vida no me agradaba. Sabía que sería
inevitable, pero también sabía que era
demasiado para mí en aquel momento. Me
había costado casi un año contarle mi
historia a Valek, ¿cómo iba a divulgarla
ante unas personas a las que acababa de
conocer?
Así que caminé de un lado a otro, buscando
la vista del río que había oído
mencionar durante la fiesta de la noche
anterior. Desde todos los puntos de
observación se divisaban grandes explanadas
de hierba. Varias veces vi laderas de
montañas. Irys me había contado que la
Selva de Illiais se extendía por un valle
profundo, incrustada por debajo del borde
de la Llanura Daviian; por lo tanto,
aquella selva sólo dejaba un lado libre
para que los viajeros recorrieran su contorno.
Yo estaba haciendo el tonto y probando mi
equilibrio sobre la cuerda de un
puente cuando una voz me llamó y me
sobresaltó tanto que tuve que agarrarme a la
barandilla.
—¿Qué? —pregunté, intentando recuperar el
equilibrio.
—Te he preguntado que qué haces —me
preguntó Nutty, al otro lado del
puente.
Yo extendí el brazo y respondí:
—Admirar las vistas.
—Vamos, sígueme si quieres ver un paisaje
de verdad —replicó Nutty, y
comenzó a andar.
Yo me apresuré a seguirla por entre las
ramas de los árboles. Con sus brazos y
sus piernas delgadas se agarraba y caminaba
por allí con una flexibilidad que me
recordaba a la de los valmures. Cuando
entró en una mancha de luz, los rayos de sol
hicieron brillar su pelo del color de los
arces y su piel oscura.
Tenía que admitir que aquello era algo
positivo de estar en el sur. En vez de ser
la única persona de piel oscura, por fin me
sentía como si no estuviera fuera de lugar.
Sin embargo, después de vivir durante tanto
tiempo en Ixia, cuyos habitantes tenían
la piel muy blanca, no estaba preparada
para tal variedad de pieles marrones. Para
mi azoramiento, cuando habíamos entrado en
Sitia, me había quedado sin darme
cuenta mirando con asombro a la gente de
piel oscura.
Nutty se detuvo de repente, y yo estuve a punto
de chocarme con ella. Nos
quedamos inmóviles en una plataforma
cuadrada, construida en el árbol más alto de
toda la selva. No había nada que
interfiriera en la vista.
Una alfombra de color esmeralda se extendía
ante nosotras, limitada por dos
caras rocosas que se inclinaban la una
hacia la otra. Desde el punto en el que se unían
los dos acantilados caía una catarata que
terminaba en una nube de niebla. El suave
paisaje estaba pintado de amarillos,
marrones y dorados.
—¿Es la Llanura Daviian? —le pregunté a mi
prima.
—Sí. Ahí no hay nada salvo praderas de
hierba salvaje. No llueve mucho. Es
bonito, ¿eh?
—Eso es quedarse corta.
Nutty asintió, y las dos estuvimos
observando las vistas durante un rato, en
silencio. Finalmente, mi curiosidad me
llevó a hacerle preguntas sobre la selva a
Nutty, y la conversación se dirigió hacia
la familia Zaltana.
—¿Por qué te llaman Nutty? —le pregunté.
Ella se encogió de hombros.
—Mi nombre verdadero es Hazelnut Palm
Zaltana, pero todo el mundo me
llama Nutty desde que era pequeña.
—Así que Palm es tu segundo nombre.
—No. Palm es el apellido de mi familia. Y
Zaltana es el nombre del clan. Todo
aquél que se case con alguno de nosotros
tiene que tomar ese nombre, pero dentro
del clan hay diferentes familias. El
apellido de tu familia es Liana, que significa
«enredadera». Yelena significa «la que
brilla». Todos los nombres corresponden a
algo de la selva, o significan algo en el
antiguo idioma illiais, el cual nos obligan a
aprender a todos de pequeños —dijo Nutty,
mirando al cielo con exasperación—.
Tienes suerte de haberte librado de eso… ¡y
también tienes suerte por no haber
tenido que vértelas con hermanos mayores
detestables! Yo, una vez, me llevé una
bronca tremenda por atar al mío con una
liana y dejarlo así. ¡Oh, vaya! Se me había
olvidado. Vamos —dijo, y echó a andar
apresuradamente entre los árboles.
—¿Qué se te ha olvidado? —le pregunté yo
mientras la seguía.
—Se suponía que tenía que acompañarte junto
a tu madre. Lleva buscándote
toda la mañana —respondió Nutty—. El tío
Esau ha vuelto de su expedición.
Otro miembro de la familia al que conocer.
Consideré la posibilidad de
perderme accidentalmente de Nutty, pero al
recordar las miradas hostiles que había
recibido de algunos de mis parientes, me
quedé con Nutty. Cuando la alcancé, la
tomé por el brazo.
—Espera —le dije, jadeando—. Quiero saber
por qué tantos Zaltana fruncen el
ceño cuando me ven. ¿Es por el olor a
sangre?
—No. Todo el mundo sabe que Leif ve
pesimismo en todo. Siempre está
buscando la atención de los demás —me
respondió ella—. La mayoría de ellos piensa
que no eres realmente
una Zaltana, sino una espía de Ixia.
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