viernes, 16 de agosto de 2013

Capítulo 15

—¿Cómo? —le pregunté a Irys. Hayes había dicho que él sólo podía curar unos
cuantos huesos de una vez. Quizá hubiera acudido otro sanador a la Fortaleza para
ayudarlo a curar a Tula.
—Dímelo tú —dijo Irys—. ¿Qué hiciste ese día? Hayes está muy nervioso desde
entonces. Te tiene terror.
—¿A mí?
Bain me rescató temporalmente.
—Quizá a las señoras les apetezca salir.
Yo miré a mi alrededor. Varias personas habían dejado de hablar y nos miraban
con asombro.
—No me he dado cuenta —dijo Irys, disculpándose ante Bain—. Éste no es el
momento de hablar de esto.
Ella se dirigió al bufé. Todo el mundo volvió a sus conversaciones. Sin embargo,
ella no había terminado conmigo.
«Yelena», me dijo mentalmente, «por favor, cuéntame lo que ocurrió con Tula».
e repente, se me hizo un nudo de miedo en el estómago. ¿Estaría Irys enfadada
porque yo había perdido el control sobre mi magia y había sanado accidentalmente a
Tula, o porque había puesto en peligro la vida de Tula? De mala gana, le conté todo
lo que había ocurrido aquel día en la habitación de Tula.
«¿Sufrías un dolor muy intenso, y conseguiste apartar ese dolor de ti?», me
preguntó Irys.
«Sí. ¿Hice algo malo?».
«No. Hiciste algo imposible. Creo que intentaste curarla, lo cual podía haber
sido peligroso, pero parece como si tú te hicieras con sus heridas y después te curaras
a ti misma».
Yo miré a Irys con un enorme asombro. Ella estaba sentada al otro lado de la
sala, cenando.
«¿Podrías hacerlo de nuevo?», me preguntó.
«No lo sé. Debió de ser una reacción instintiva».
«Sólo hay un modo de averiguarlo», dijo. Yo sentí que suspiraba de cansancio.
«Por el momento, quiero que descanses bien esta noche. Mañana por la tarde nos
veremos en la habitación de Tula», terminó Irys. Después, interrumpió su conexión
mágica conmigo.
Cahil estaba desconcertado, y yo me di cuenta de que me había estado mirando.
—¿Qué ocurre? —me preguntó—. ¿No debería estar la Cuarta Maga satisfecha
por que hayas curado a esa muchacha? Eso significaría que… ¡oh, vaya! —dijo, y se
quedó callado.
Antes de que yo pudiera preguntarle qué ocurría, la música cesó.
—Medianoche —declaró Bain—. Es hora de ir a dormir. A los estudiantes les
espera un día muy intenso mañana.
Su impaciencia por pasar un día entero de enseñanza suscitó varias sonrisas a
su alrededor.
Obedientemente, todo el mundo se dirigió hacia sus apartamentos y
dormitorios. Al pasar, mi mirada se cruzó con la de Dax. Él sonrió y alzó siete dedos.
Yo estaba deseando oír cuál era su opinión sobre mis dos nuevos puntos de
comportamiento inspirador de rumores.
Cahil me acompañó a mi habitación. Estaba muy callado.
Finalmente, yo ya no pude soportarlo más.
—¿Por qué has exclamado «oh, vaya», antes? —le pregunté.
—Recordé algo —me dijo, intentando eludir la cuestión.
Yo no quedé conforme con aquella vaga respuesta, e insistí:
—¿Y qué fue lo que recordaste?
—Si te lo contara te enfadarías. Y no quiero terminar esta noche con una pelea.
—¿Y si te prometo que no me enfadaré?
—Te enfadarías de todos modos.
—Entonces, ¿mañana?
—Pregúntamelo la próxima vez que nos estemos peleando.
—¿Y si ya no nos peleamos más?
Cahil se rió.
—Contigo, siempre habrá una siguiente vez.
Entonces, con una velocidad que me sorprendió, me tomó por la cintura y me
acercó a él para darme un rápido beso en la mejilla, antes de soltarme.
—Hasta mañana —me dijo por encima de su hombro, mientras se alejaba.
Sólo después de verlo desaparecer en la oscuridad me di cuenta de que me
había quedado inmóvil, con el mango de la navaja agarrado en la mano derecha.
Pero no había hecho saltar la cuchilla. El sur me estaba suavizando. Primero rizos, y
después aquello. Sacudiendo la cabeza, abrí la puerta.
En la habitación de Tula, la tarde siguiente, tuve que abrirme paso. La cama de
Tula estaba en el centro. Leif y Hayes estaban a su derecha, Irys y una joven estaban
a la izquierda. El guardia de Tula, uno de los hombres de Cahil, estaba incómodo,
relegado a un rincón.
Hayes palideció cuando lo miré. Irys me presentó a Opal, la hermana de Tula.
La muchacha llevaba su largo cabello castaño recogido en una cola de caballo, y tenía
los ojos enrojecidos de llorar.
Yo no esperaba tener público.
—Irys —le dije—. Necesito pasar tiempo a solas con Opal antes de intentar traer
de vuelta a Tula.
De camino a la salida, Leif murmuró algo sobre los que se pavoneaban, y Hayes
se limitó a desaparecer por la puerta.
—¿Me necesitas? —me preguntó Irys.
—No.
—Pero no tenemos mucho tiempo, Yelena.
Yo asentí. Cuando Opal y yo nos quedamos solas, le pedí que me contara cosas
sobre su hermana Tula, y la chica me contó un par de historias de su infancia.
—Tula me hizo una vez un tigre muy grande de cristal para que me protegiera
de las pesadillas —dijo, sonriendo al recordarlo—. Funcionó. Además, el tigre
parecía de verdad, así que Tula comenzó a hacer otros animales de cristal —añadió, y
miró la figura inmóvil de su hermana sobre la camilla.
A medida que la muchacha se relajaba conmigo, comencé a hacerle preguntas
más específicas. Recordó más historias, y yo tiré de un hilo de magia y vinculé mi
mente con la de Opal, convirtiéndome en testigo de sus recuerdos según hablaba. Olí
el horno caliente de la fábrica de cristales de su familia, y sentí la arena áspera en las
manos.
—Tula y yo solíamos escondernos de Mará, nuestra hermana mayor. Habíamos
encontrado el lugar perfecto. Mará sigue sin saber dónde está —dijo Opal, sonriendo.
La imagen de unos matorrales y de un suelo cubierto de hierba llenó la mente
de Opal, mientras el olor fresco de la tierra mojada me llenaba la nariz.
—Eso es —le dije a Opal, agarrándola por el brazo—. Mantén ese lugar en tu
mente. Concéntrate en él.
Ella hizo lo que le pedí. Yo cerré los ojos y me introduje en el recuerdo. Las
hierbas me rozaban los brazos mientras yacía escondida en el hueco de una fila de
matorrales. Olía a madreselva, y las gotas de rocío brillaban bajo el sol de la mañana.
Por instinto supe que el alma de Tula estaba escondida en aquel lugar.
—Vamos —le dije a Opal—. Dame la mano. Ahora, quiero que te imagines a ti
misma con Tula en vuestro escondite. Cierra los ojos y concéntrate.
Opal asintió, pálida.
Yo me conecté con Tula. Los fantasmas de sus horrores seguían flotando en el
vacío, pero parecía que eran menos tangibles que antes. Conecté también con Opal y
seguí el olor de la madreselva por la mente de Tula.
Los fantasmas se hicieron más fuertes, con una furia súbita, volando hacia mí
para bloquearme el paso. Yo los empujé, pero me vi atrapada en una fila de setos
espinosos. La ropa se me enganchaba en las ramas, y las espinas se me clavaban en la
piel.
—Vete —dijo Tula—. No quiero volver.
—Tu familia te echa de menos —le dije yo.
Las lianas comenzaron a enredárseme en los brazos y en la cintura y me
detuvieron.
—¡Vete!
Yo le mostré los recuerdos de Opal acerca de cómo había sufrido su familia
cuando Tula había desaparecido.
Los setos espinosos se debilitaron un poco. A través de las ramas, vi a Tula,
acurrucada en el escondite de su infancia.
—No puedo verlos —dijo Tula.
—¿A tu familia?
—Sí. He hecho… cosas. Cosas terribles para que él no me hiciera daño —me
explicó Tula, estremeciéndose—. Pero él me hizo daño de todos modos.
Las lianas treparon por mis brazos y me rodearon el cuello.
—Tu familia te quiere.
—No. Él les dirá lo que hice. Se disgustarán. Yo era su esclava, pero no hice las
cosas suficientemente bien para él. No era capaz de hacer nada a derechas. Ni
siquiera he muerto por él.
Yo tuve que controlar mi furia. Mi deseo de destrozar a la bestia que le había
hecho aquello a Tula tendría que esperar.
—Tula, él es el ser espantoso. Él es el que debería morir. Tu familia sabe lo que
le hizo a tu cuerpo. Ellos sólo quieren que vuelvas.
Ella se acurrucó aún más.
—¿Y tú que sabes? Tú no sabes nada de lo que yo he pasado. Vete.
—Te equivocas —le dije yo.
Las lianas me estaban ahogando. Tenía que luchar por respirar. ¿Sería capaz de
enfrentarme a mis propios horrores de nuevo? Para encontrar a aquel monstruo, lo
haría. Le abrí mi mente a Tula y le mostré a Reyad. Le mostré cómo disfrutaba
cuando me torturaba. Mi voluntad por agradarle para que no me hiciera daño. Y la
noche en que le corté el cuello, después de que me violara.
Tula me miró a través de sus brazos. La presión de las lianas disminuyó.
—Tú mataste a tu torturador. El mío sigue por ahí, esperando.
Yo lo intenté de nuevo.
—Está libre, y puede secuestrar a otra persona y convertirla en su esclava. ¿Y si
Opal se convierte en su próxima víctima?
Tula se sobresaltó de horror.
—¡No! —gritó.
Yo conecté la mente de Opal con las nuestras. Durante un instante, Opal se
quedó inmóvil, parpadeando de la sorpresa. Después corrió hacia su hermana y la
abrazó. Lloraron juntas. Las lianas se retiraron y los setos murieron.
Pero aquél era sólo el comienzo. La hierba se desvaneció, y los fantasmas de
Tula nos rodearon.
—Hay demasiados —dijo Tula, abatida—. Nunca me libraré de ellos.
Yo saqué mi arco de la funda que llevaba a mi espalda y lo rompí en tres piezas.
Le di una a Tula y otra a Opal, y yo me quedé con la tercera.
—No estás sola —dije—. Lucharemos juntas.
Los fantasmas atacaron. Eran tenaces y rápidos. Yo cargué contra ellos una y
otra vez, y algunos de los horrores de Tula desaparecieron; otros se encogieron; sin
embargo, algunos se hacían más fuertes a medida que luchaban.
Yo perdía energía a un ritmo alarmante. Sentí que mi arco se quedaba
enganchado en uno de los fantasmas. El espíritu se expandió y me consumió. Yo
grité de dolor al notar que me fustigaba.
—Estás débil. Dime que obedecerás y pararé —me dijo una voz al oído.
—No —dije yo.
Presa del pánico, intenté conseguir ayuda. Una presencia poderosa se formó, y
me tendió un arco entero que latía de energía. Recuperé la fuerza y seguí luchando
con el horror hasta que desapareció.
Habíamos repelido el ataque, pero yo me daba cuenta de que los fantasmas de
Tula se estaban preparando para otro.
—Tula, ésta es sólo la primera batalla de una guerra. Hará falta tiempo y
esfuerzo para sobreponerte a tus miedos, pero tendrás mucha ayuda de tu familia.
¿Vas a venir con nosotros? —le pregunté.
Ella se mordió el labio, mirando el pedazo de arco que tenía en la mano. Opal
añadió su trozo al de Tula. Tula se los pegó al pecho.
—Sí. Iré.
La mente de Tula se llenó de recuerdos de su vida. Sentí vértigo al romper mis
vínculos mentales con Tula y Opal. El alivio descendió sobre mí, y yo me sumí en la
oscuridad.
Cuando recuperé el conocimiento, noté el suelo duro contra la espalda. Por
tercera vez, me había desmayado junto a la cama de Tula. En aquella ocasión, sin
embargo, no podía moverme. No tenía energía. Después de un rato, noté que alguien
me tomaba las manos. Unos dedos fuertes se entrelazaron con los míos, dándoles
calor.
Con esfuerzo, abrí los ojos para ver quién me agarraba. Entonces, los cerré con
fuerza. Debía de continuar dormida. Pero, después de oír las insistentes llamadas de
Irys, abrí los ojos de nuevo. Y allí estaba mi hermano, tomándome las manos y
compartiendo su energía conmigo.

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