sábado, 24 de agosto de 2013

Capítulo 26

¿Goel asesinado? ¿Valek detenido? Mi mente somnolienta no entendía la noticia
que me había dado Irys, pero ella interrumpió el contacto mental antes de que yo
pudiera hacerle preguntas. Me vestí todo lo rápidamente que pude y salí corriendo
hacia el edificio del Ayuntamiento.
Los miembros del Consejo, los cuatro Magos Maestros, unos cuantos guardias
de la Fortaleza y Cahil estaban reunidos en el gran salón. El ruido de sus diversas
discusiones alcanzaba niveles ensordecedores, y yo vi a Cahil gesticulando
acaloradamente frente al Consejero de los Sandseed. Cahil tenía la cara
congestionada mientras hablaba.
Roze Featherstone, la Primera Maga, dio un par de martillazos en el estrado
para poner orden en la reunión. Las conversaciones se interrumpieron, y los
Consejeros ocuparon sus lugares.
—Vamos a tratar el asunto del teniente Goel Ixia —ordenó Roze.
Yo miré a Irys con desconcierto.
«Todos los refugiados del norte llevan el apellido Ixia, como nombre de su
clan», me explicó Irys. «A Cahil se le considera el jefe de ese clan. Tanto el clan como
el título son honorarios. Él no tiene tierras ni voto en el Consejo».
Aquello explicaba el resentimiento que tenía Cahil hacia el Consejo, y su
continua frustración por no conseguir apoyo para su campaña contra el Comandante.
—El teniente Ixia ha sido hallado muerto en un campo en barbecho, al este de
Citadel, en las tierras del clan Featherstone —dijo Roze—. Los sanadores han
determinado que lo asesinaron atravesándole el corazón con una espada.
Hubo murmullos entre los miembros del Consejo. Roze los atajó con una
mirada fulminante.
—No se ha encontrado el arma, aunque la búsqueda continúa en los campos
circundantes al escenario del crimen. De acuerdo con la Cuarta Maga, Yelena Liana
Zaltana fue la última persona que lo vio con vida. Requiero su presencia en el estrado
de los testigos.
Dieciséis pares de ojos se clavaron en mí. En todos los rostros se reflejaron
expresiones de hostilidad o de preocupación.
«No te preocupes», me dijo Irys. «Diles lo que ha ocurrido».
Yo caminé hasta el podium.
—Explícate —me ordenó Roze.
Yo narré mi secuestro y mi huida. Hubo un jadeo colectivo cuando expliqué
que había tomado control del cuerpo de Goel, y hubo susurros sobre el Código Ético.
Irys se puso en pie y dijo:
—No hay nada de ilegal en usar la magia en defensa propia. De hecho, debería
ser elogiada por haberse extraído a sí misma sin dañar a Goel.
Los miembros del Consejo formularon muchas preguntas sobre las
motivaciones de Goel. Sólo después de que mis guardaespaldas confirmaran que
habían sido drogados, los miembros del Consejo dieron por terminado su
interrogatorio.
—Dejaste a Goel encadenado en el cobertizo, ¿y ésa fue la última vez que lo
viste? —me preguntó Roze.
—Sí —respondí.
—Está diciendo la verdad —dijo Roze. Por su expresión sombría, supe que le
había costado mucho hacer aquella declaración—. La investigación del asesinato de
Goel continuará. Yelena, puedes sentarte —añadió, y me señaló un banco que estaba
situado entre los demás Magos Maestros y ella—. Sólo nos queda otro asunto que
tratar. Llamo a Cahil Ixia al estrado de los testigos.
Mientras yo me dirigía hacia al banco, pasé junto a Cahil. No me miró a la cara;
en sus ojos azules había una dura determinación. Me senté al borde del banco, y
aunque me preparé para ser el blanco de sus acusaciones, las palabras de Cahil
consiguieron que se me encogiera el corazón de miedo.
—…y agravando el engaño de Valek, se da el hecho de que su alma gemela y su
espía de confianza es Yelena Zaltana.
La habitación explotó en una cacofonía de voces. Roze volvió a golpear con el
mazo en su mesa, pero nadie la escuchó. Yo noté la fuerza de su magia cuando le
ordenó a todo el mundo que se quedara en silencio. Los mantuvo callados durante
un corto momento, pero fue suficiente para imponerse.
—Cahil, ¿tienes pruebas? —le preguntó Roze.
Él le hizo un gesto hacia uno de los guardias de la Fortaleza. El guardia abrió
una puerta y por ella entraron el capitán Marrok y cuatro de los hombres de Cahil,
arrastrando al Ayudante Ilom entre ellos. Ilom tenía las manos esposadas a la
espalda, y los cuatro guardias lo apuntaban con las puntas de sus espadas. La
Embajadora Signe y un puñado de soldados ixianos completaban la procesión.
Yo me esforcé por captar la mirada de Valek, pero él estaba observando a los
miembros del Consejo con una expresión de molestia en la cara.
La Embajadora Signe fue la primera en hablar.
—Exijo una explicación. Esto es un acto de guerra.
—Cahil, te dije que liberaras al Ayudante Ilom hasta que este asunto estuviera
resuelto —le dijo Roze, encolerizada.
—¿Y dejar que escapara? No. Era mejor traerlo aquí y desenmascararlo delante
de todo el mundo —dijo Cahil. Se acercó al Ayudante Ilom y le tiró del pelo.
Yo me encogí de miedo, pero Ilom echó la cabeza hacia atrás y gritó de dolor.
Sin darse por enterado, Cahil le tiró de la nariz a Ilom, y después le arañó la carne de
la barbilla. Ilom gritó de nuevo, y comenzó a sangrar por los arañazos. Cahil dio un
paso atrás, estupefacto. Alargó el brazo hacia la cara de Ilom otra vez, pero Marrok lo
agarró. Cahil se había quedado boquiabierto.
—Liberad al Ayudante —ordenó Roze.
A Ilom le quitaron las esposas mientras Cahil, con la cara roja de rabia, y sus
hombres eran escoltados fuera de la sala. La sesión terminó, y Roze se acercó
apresuradamente a pedirles disculpas a la Embajadora y a Ilom.
Yo me quedé en el banco, observando cómo la ira de Signe y el mohín de Ilom
se transformaban en expresiones más agradables al oír las palabras de Roze. Temía
llamar la atención, y tenía la esperanza de que nadie recordara las acusaciones de
Cahil con respecto a mí.
La sorpresa que Cahil se había llevado con Ilom era tan grande como la mía.
Aún conociendo los trucos de Valek, no dejaba de causarme asombro. Observé uno
por uno a los guardias de Ixia y descubrí a un soldado de ojos azules que tenía cara
de sentirse muy satisfecho consigo mismo. Probablemente, Ilom iba vestido de
guardia cuando Valek se disfrazaba de Ayudante, y con toda seguridad habían
intercambiado sus lugares cuando Valek necesitaba pasearse por Sitia.
Al final, los miembros del Consejo y los ixianos comenzaron a retirarse. Irys se
sentó a mi lado.
«Dile a Valek que se marche», me dijo. «El peligro es demasiado grande».
«Lo sabías».
«Claro. Esperaba que estuviera con la delegación».
«¿Y no te molesta que haya venido? Podría estar espiando a Sitia».
«Ha venido por ti, y yo me alegro de que hayáis podido pasar un tiempo
juntos».
«Pero, ¿y si fue él quien mató a Goel?».
«Goel era un peligro para ti. Aunque yo hubiera preferido arrestarlo, no me
molesta su muerte».
—Ve a comer algo —me dijo en voz alta—. Estás un poco pálida.
—Estupendo. He pasado de no tener madre a tener dos.
Irys se rió.
—Algunas personas necesitan la ayuda extra —comentó. Me dio unos
golpecitos en la rodilla y se fue en busca de Bain.
Antes de que yo pudiera marcharme, sin embargo, vi a Bavol Zaltana
acercándose a mí, y lo esperé.
—La Embajadora Signe desea verte —me dijo Bavol.
—¿Cuándo?
—Ahora.
Bavol me guió hacia la salida del gran salón.
—Le hemos asignado unos despachos a la Embajadora para que pueda atender
sus asuntos mientras está alojada aquí —me explicó Bavol mientras caminábamos
por el Ayuntamiento. Cuando llegamos a nuestro destino, me señaló una puerta
abierta—. Hablaremos más tarde —me dijo, y se despidió con una ligera inclinación
de la cabeza.
La invitación no incluía a Bavol. Entré en una zona de recepción y vi al
Ayudante Ilom, sentado tras una sencilla mesa. Los arañazos del cuello habían
dejado de sangrarle. Había dos soldados custodiando otra puerta.
Ilom se levantó y llamó a la puerta. Yo oí una voz suave, e Ilom giró el pomo.
—Está aquí —dijo. Después abrió la puerta por completo y me indicó que
entrara.
Yo pasé al despacho de la Embajadora Signe y esperé a que ella despidiera a los
otros soldados que la acompañaban.
—Anoche causaste bastante conmoción —me dijo cuando nos quedamos a
solas.
Sus ojos poderosos me escrutaron. Yo observé maravillada su aspecto. Tenía los
mismos rasgos delicados que el Comandante, pero su pelo largo y las líneas de kohl
que tenía alrededor de los ojos transformaban su rostro en una belleza eternamente
joven.
—Espero no haber interrumpido su sueño —le dijo yo, optando por una frase
diplomática.
Ella descartó mi comentario agitando la mano suavemente.
—Estamos solas. Puedes hablar con libertad.
Yo sacudí la cabeza.
—Los Magos Maestros tienen muy buen oído.
Pensé en Roze. Seguramente, ella pensaría que oír lo que decía la Embajadora
era su deber patriótico.
Signe asintió.
—Parece que ese aspirante a rey ha obtenido información equivocada. Me
pregunto cómo habrá ocurrido.
—Una mala comunicación entre varias partes.
—¿Habrá más acusaciones falsas?
Su mirada me atravesó. Ella estaba preguntando por mi habilidad para
mantener su disfraz en secreto.
—No —respondí yo, y le mostré la palma de la mano, señalándole la cicatriz
que ella me había hecho cuando yo le prometí no revelar el secreto del Comandante a
nadie. Ni siquiera a Valek.
Aquel pensamiento me recordó que Irys me había sugerido que Valek debía
marcharse de Sitia. Yo saqué mi colgante de mariposa.
—Algunos rumores tienden a seguir ardiendo lentamente, y sería mejor
asegurarse de que no hay combustible para encender otra hoguera.
Signe tenía que estar al tanto de la presencia de Valek en la delegación.
—Tomaré en consideración ese consejo. Sin embargo, tengo otro asunto del que
hablar contigo.
Signe sacó un papel de su maletín y lo enrolló.
—El Comandante ha enviado un mensaje para ti. Ha pensado mucho en la
última conversación que tuvo contigo, y ha decidido que fueron consejos válidos los
que le ofreciste. Le gustaría agradecerte tus observaciones —dijo, y me entregó el
rollo—. Ha extendido una invitación para que vengas a visitarnos cuando termines
tu instrucción mágica. Nosotros regresaremos a Ixia en una semana —afirmó—.
Espero tu respuesta antes de nuestra marcha.
Una despedida. Yo le hice una reverencia a la Embajadora y salí de su
despacho. Mientras caminaba hacia la Fortaleza, iba reflexionando sobre sus
palabras. El Comandante había firmado una orden de ejecución para mí, así que
visitar Ixia sería un suicidio.
Esperé a tener un buen fuego encendido en la chimenea antes de desenrollar el
mensaje del Comandante. Observando las llamas, pensé en el ofrecimiento del
Comandante Ambrose. Tenía la orden de ejecución entre mis manos. Sin embargo,
arrojarla al fuego no sería tan sencillo. Una breve nota acompañaba al documento.
Si demostraba mi lealtad a Ixia, la orden sería derogada. Si demostraba los
beneficios que conllevaba el hecho de tener un mago en nómina a los generales
ixianos, obtendría un puesto de Asesor. Si hacía aquellas cosas, podría regresar a
Ixia. Con mis amigos. Con Valek.
Sin saberlo, Cahil había descrito mi posible futuro cuando me había llamado
espía en la sesión del Consejo.

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