sábado, 24 de agosto de 2013

Capítulo 31

Era demasiado tarde. Con el corazón encogido, observé la alegría de Ferde. Sin
embargo, entonces percibí una extraña sombra elevándose desde el cuerpo de Gelsi.
Antes de que la lógica pudiera actuar, yo me lancé hacia la sombra y la inhalé. Recogí
el alma de Gelsi y la guardé en mi interior. Me sentí como si el mundo se hubiera
detenido durante un momento para que yo pudiera guardarla en una esquina segura
de mi mente. Entonces, de repente, me desplomé sobre Ferde. El invento de Perl se
me cayó nuevamente y aterrizó junto a la pared.
Después de un forcejeo, Ferde consiguió inmovilizarme contra el suelo,
sentándose en mi estómago.
—Esa alma es mía —me dijo—. Devuélvemela.
—No te pertenece.
«¿Yelena?».
Yo noté la confusión de Gelsi en mi mente.
«Aguanta», le dije.
Ferde me rodeó el cuello con las manos. Yo le agarré por las muñecas, y usando
su impulso hacia delante, lo empujé con la pierna izquierda para que pasara por
encima de mi cabeza. Entonces me puse en pie de un salto y adopté una posición de
ataque.
Ferde sonrió y recuperó el equilibrio con la gracia de una pantera.
—Estamos igualados, aunque creo que yo tengo ventaja.
Me preparé para un ataque, pero él no se movió. Me miró fijamente con sus
grandes ojos marrones.
El rostro de Ferde se transformó en el de Reyad. El mundo comenzó a dar
vueltas a mi alrededor, y me vi de nuevo en la habitación de Reyad, en Ixia, atada en
la cama y observando cómo Reyad rebuscaba en su baúl de instrumentos de tortura.
Después de un momento inicial de pánico, en el cual pensé que tendría que revivir la
tortura de Reyad, la escena saltó al rostro anonadado de Reyad mientras la sangre
brotaba de su garganta y me empapaba.
«Tú también eres una asesina», me dijo Ferde, y me hizo ver imágenes de los
otros hombres a los que yo había matado. «Tienes el poder de recoger almas sin
necesidad de símbolos y sangre. ¿Por qué crees que Roze aún te obsesiona? Te has
adueñado de su alma, la primera de muchas. Yo veo el futuro, y el tuyo no mejorará.
Si el Consejo averigua que eres una Halladora de Almas, te quemará viva, como hizo
con el antiguo Hallador. Lo he visto en la historia de tu vida. El Hombre Luna no es
tu verdadero Tejedor de Historias, sino yo.
Su lógica resultaba persuasiva. Él entendía mi deseo de encontrar un lugar.
Estaba cerca de él. Halladora de Almas y Ladrón de Almas.
«Sí. Yo cambiaré tu historia, y el Consejo no te quemará viva. Sólo tienes que
entregarme el alma de Gelsi».
Una pequeña parte de mi mente se resistía.
«Robar un alma está mal», dije. «No debería».
«Entonces, ¿por qué tienes esa capacidad, si no puedes usarla?», me preguntó
Ferde.
«Debería usarla para ayudar a la gente».
«Eso era lo que el antiguo Hallador de Almas quería hacer, y mira lo que le
ocurrió».
Concentrarme me resultaba cada vez más difícil. El control de Ferde comenzó a
extenderse, y pronto me arrebataría el alma de Gelsi.
«Dame a la chica. Si yo me veo obligado a arrancártela, morirás. Serás la
primera víctima de mi nueva administración. Y tus padres serán las dos siguientes».
Ferde me llenó la mente con imágenes de Perl siendo mutilada y Esau
descuartizado. La sangre me salpicaba sin que yo pudiera hacer nada.
«Sálvalos, y podrás tener la libertad completa por primera vez en tu vida».
Su fuerte hechizo me atraía. Estaba de acuerdo con él. Libertad. Ferde envió una
oleada de placer a mi cuerpo. Yo gemí, al notar una mezcla embriagadora de alegría
y gratificación. Quería darle el alma de Gelsi. Sin embargo, él fue demasiado lejos
cuando llenó mi alma de satisfacción. Porque yo ya poseía aquel sentimiento: lo
experimentaba siempre que sentía los brazos de Valek a mi alrededor.
Me tambaleé y comencé a sudar debido al esfuerzo de mantener a Ferde alejado
de Gelsi. Él se había dado cuenta del error que había cometido, y lanzó un ataque
mental para conseguir su alma. Yo me abracé con fuerza el pecho y caí al suelo.
Estaba ardiendo por dentro, y tenía los ojos llenos de lágrimas, pero vi el invento de
Perl junto a mí. Lo único que necesitaba era un segundo.
«¿Tienes problemas, amor?», me preguntó Valek.
«Necesito tu inmunidad a la magia».
«Es tuya».
La resistencia a la magia, al contrario que cualquier barrera que yo pudiera
erigir en aquel momento, creció en mi mente y bloqueó el control de Ferde. Yo abrí
los ojos.
—Casi me has atrapado —le dije. Después tomé el invento de Perl del suelo y
me puse en pie.
La sorpresa de Ferde no duró demasiado.
—No importa. El esfuerzo de repelerme te ha debilitado.
En dos pasos, él recorrió la distancia que nos separaba y me rodeó el cuello con
los brazos. Mientras él me apretaba la garganta, yo elevé el invento. Antes de que
Ferde pudiera reaccionar a mis movimientos, apunté el frasco hacia su cara y apreté
la perilla de goma que servía como activador del pulverizador. El curare le salpicó
todo el rostro. Era un pequeño invento para rociar el perfume en el cuello, y en
aquella ocasión había funcionado como un sortilegio.
El rostro de Ferde se quedó congelado con una expresión de desconcierto y
horror. Yo le aparté las manos de mi cuello y él cayó al suelo.
«Habrá otros».
Aquél fue el último pensamiento de Ferde antes de que la droga paralizara todo
su cuerpo y su magia.
Cuando quedó congelado, yo entré en su mente. Allí, atrapadas en la oscuridad,
estaban todas las almas que había robado. Yo las liberé y volaron hacia el cielo. Me
uní durante unos segundos a ellas, disfrutando de su felicidad y alegría, y después
volví a mi cuerpo.
Sin un momento que perder, me agaché sobre Gelsi. Puse los dedos en su
cuello, me concentré en sus heridas y las reparé, incluyendo los cortes que tenía en
los brazos y en las piernas.
«Vuelve», le dije a Gelsi.
Ella estaba acurrucada en un rincón de mi mente, asustada y confusa a causa de
la batalla con Ferde. Pero en aquel momento me entendió. Su cuerpo floreció a la
vida, y respiró profundamente.
Yo le corté las ataduras con la navaja, y después de escupir la pastilla de
theobroma, me tumbé a su lado, exhausta. Ella me abrazó. A mí me quemaba la
garganta cada vez que inspiraba.
Después de un largo rato, reuní la energía suficiente para ponerme en pie y tiré
de Gelsi para que se incorporara. Encontramos su ropa y la ayudé a vestirse. Antes
de guiarla al piso de abajo para que descansara sobre el sofá, agité la mano por fuera
de una de las ventanas. Dax acudiría rápidamente.
—Me expulsarán —susurró ella.
Yo sacudí la cabeza.
—Te colmarán de atenciones, con preocupación y comprensión. Y te darán todo
el tiempo que necesites para recuperarte.
Cuando Dax llegó para ocupar mi lugar junto a Gelsi, yo volví de mala gana al
descansillo donde había dejado a Leif.
No tenía la fuerza necesaria para desatar sus pensamientos enredados. La
promesa que le había hecho al Hombre Luna tendría que esperar. Sumí a Leif en un
sueño más ligero, para que se despertara cuando yo me hubiera ido. El último
comentario de Ferde había hecho que me diera cuenta de que aún tenía algunos
asuntos que rematar.
Dax se llevó a Gelsi a la Fortaleza, y yo me despedí de los Fisk y de sus amigos,
dándoles todas las monedas sitianas que me quedaban. Después, decidí que yo
también iría a la Fortaleza a recoger mis cosas y dejar mi habitación antes de que
Roze tuviera el placer de echarme.
Cuando pasé junto al edificio del Ayuntamiento, un grupo de mendigos, que
siempre estaba bajo los arcos del portal, comenzó a seguirme.
—Lo siento, hoy no puedo ayudaros —les dije. Sin embargo, uno de ellos
persistió.
—Bella señorita, ¿no tienes una moneda de sobra? —me preguntó.
Tenía la cara sucia y el pelo grasiento. Llevaba la ropa rota y repugnante, y olía
a excremento de caballo. Sin embargo, no podía ocultarme aquellos penetrantes ojos
azules como zafiros.
—¿No puedes darle una moneda a un hombre que acaba de salvarte la vida? —
me preguntó Valek.
—Estoy arruinada. Tuve que pagar la ayuda que me prestaron los niños, y no
trabajan barato…
—Fuente de la Unidad en un cuarto de hora —dijo Valek, y volvió a los arcos
con los demás mendigos.
Yo continué caminando hacia la Fortaleza, pero cuando perdí de vista el
Ayuntamiento, me dirigí hacia la fuente, llena de alivio al saber que Valek estaba
bien, y de preocupación al saber que debía marcharse cuanto antes de Sitia.
Un rápido movimiento captó mi atención. Me acerqué a un rincón oscuro y
abracé a Valek con todas mis fuerzas durante unos momentos.
—Gracias por ayudarme contra Ferde —le dije—. Y ahora, vuelve a casa antes
de que te atrapen.
Valek sonrió.
—¿Y perderme toda la diversión? No, mi amor. Voy a ir contigo a hacer ese
recado.
Yo me quedé sorprendida. Valek y yo no teníamos una conexión mental como
la que yo tenía con Irys, pero él conocía mis pensamientos y, cuando yo necesitaba su
ayuda, siempre estaba allí.
—¿No hay modo de convencerte de que vuelvas a Ixia?
—No.
—Está bien. Entonces, podré decirte que te lo advertí si te capturan.
Intenté pronunciar aquellas palabras con severidad, pero mi alma golpeada y
cansada estaba tan aliviada al ver a Valek sano y salvo que mi tono de voz fue de
broma.
—De acuerdo.
A Valek se le iluminaron los ojos de impaciencia por aquel desafío.

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